sábado, 4 de mayo de 2013

Cuento infame para adultos...

Comentan por ahí que Katrin y su caballo Damasco se enamoraron y fueron arrojados al mundo de los sueños por "impuros"... 
Sucedió aquella tarde de un mes cualquiera cuando sus miradas, después de mucho vacilar, se encontraron entre la maleza del camino... 
Ella se estaba bañando en un río impoluto, que más tarde se teñiría de rojo sangre por aquellos que no creyeron en su amor diferente... 
Damasco, el fiel pura sangre, negro azabache y majestuoso como un príncipe yacía en el suelo descansando tras una larga cabalgada... 
Cuando se vieron, parece que no era la primera vez... se abrazaron tan fuerte que la muchacha se rompió los brazos y el caballo casi murió asfixiado... 
Tenían tanta necesidad el uno del otro que no sintieron dolor ni molestia... estaban exultantes por haberse encontrado... 
Y es que dicen que un maleficio ordenado por la celosa Luna los convirtió en "seres" desdichados durante toda la eternidad... 
Katrin y Damasco fueron príncipes del amor, vivían dentro de la pasión y su vida consistía en acariciarse mientras observaban las luchas intestinas de sus pueblos enemigos... 
Ajenos a todo, y ante la envidia del Sol primero, y la Luna después, testigos ambos de los momentos de placer de los amantes, fueron sorprendidos una noche por la desidia y condenados a permanecer separados, al menos, corporalmente... cada uno fue desterrado al lugar más lejano y transformados, por supuesto, en un caballo y una impura muchacha sin esperanza de volver a ser amada por nadie más... 
Pasaron miles de años antes de ese encuentro casual, ella seguía jóven y hermosa y él era el caballo más bello y codiciado... 
Nunca se habían olvidado, pero tampoco buscado, acataron su cruel destino con tristeza y desesperación... 
Aquella tarde, recobraron las fuerzas acumuladas y juraron luchar por su amor maldito...ella se subió sobre él y cabalgaron cientos de miles de años más, esquivando envidias y prejuicios y dejando a su paso seres ávidos de venganza... 
Un día, en medio de la eternidad construida sobre papel, unos cazadores encontraron dos cuerpos inertes que tornaban de rojo las limpias aguas de un riachuelo... eran ellos, los amantes, Katrin y Damasco... yacían sin vida pero con una expresión de felicidad en sus caras... 
El maleficio se había roto, hombre y mujer permanecían unidos... No había rastro del caballo ni de la muchacha impura... 
Tan sólo la estela de dos almas que habían decidido acabar con su sufrimiento y emprender el viaje más largo de sus vidas, sin impedimentos esta vez... 
Algunos dicen que murieron envenenados, otros que la Luna arrepentida los indujo al letargo y prometió que nunca más saldría de noche, pues iba a morir con ellos como castigo... 
La realidad de lo que pasó no se sabe con certeza, pero hay quienes aseguran que las noches de media luna se oyen los cascos de un caballo y las risas que se confunden con el viento de aquella muchacha, recorriendo la gran explanada junto al río que, para siempre, dejó de ser azul tintándose de zozobra y turba que le daba un aspecto triste y desaliñado... 
Cada vez que hay Luna, intento imaginar a los amantes... incluso puedo oír sus voces y sentir su esencia... porque cada uno de ellos forma parte de nosotros mismos, de nuestros miedos, dudas, sentimientos, emociones... 
Yo misma puedo ser Katrin, y si me enamoro lo puedo hacer de Damasco, un caballo, un hombre, un ser, una persona... puedo amar un imposible a los ojos de los demás, pero puedo amar al Amor a mis ojos y a los de la Luna...¿acaso me equivoco al amar lo bello, lo inconcluso, lo distinto, lo sublime, lo certero...cuando hay otros que aman lo material, lo tangible, lo esperado o lo acabado? Prefiero ahogarme en ese río de pasión desmedida y cuentos infames que mal vivir una vida encerrada en una botella que no se acaba por más que intente beberla cada noche en el bar del destino...

No hay comentarios:

Publicar un comentario