miércoles, 20 de marzo de 2013

La buscadora de caricias...

Dicen por ahí, l@s que frecuentan las noches de bares, los callejones oscuros sin fin, l@s insomnes que vagan de madrugada... que han visto a una mujer vestida de negro que se presenta como "la buscadora de caricias"... va sola, como perdida, pero sabe cuándo y a quién acudir cuando necesita lo "suyo"... 
Lleva un bolso pequeño en el que aparentemente guarda un carmín gastado y un cúmulo de lágrimas... 
Cuenta que ellas son su compañía y cada uno de los recuerdos de tod@s aquell@s desalmad@s que le han negado una caricia... ¿cómo se puede ser tan cruel? 
Su piel blanca contrasta con sus ojos enfundados en grandes cantidades de rimmel y sombra negra que tratan de esconder la profundidad de una mirada... 
Hay quienes aseguran que su olor y su forma de caminar son cautivadores, pero a la vez producen algo de rechazo por su capacidad envolvente... 
La gente se equivoca cuando la ven en una esquina con una copa en la mano mirando la fuerte luz de una farola... dan por hecho que busca clientes para darles placer a cambio de unos billetes... 
Pero no es así, ella es sólo una buscadora de caricias del alma... por eso parece que no escucha cuando algún@ malnacid@ la insulta o alguien con más moral y menos vergüenza la increpa duramente... es como una canción para sus oídos, se siente superior, sublime, intocable... es la dueña de la noche y de los callejones oscuros que parecen eternos... 
Hay quienes la buscan constantemente porque han oído hablar de su pericia y su saber hacer, pero ella no se deja encontrar... ella decide cuándo, dónde y por qué... 
Aquell@s que han tenido la suerte de tenerla cerca, no encuentran palabras para describirla ni motivo para no salir a su encuentro cuando cae la noche.... 
Tod@s sucumben de un modo u otro, quizás porque no han sido acariciados en el alma y quieren experimentar tal sensación... 
Vive en la calle, concretamente en el callejón de los gatos, tiene una casita vieja acondicionada que usa muy poco... tan sólo para asearse y comer algo... el resto del tiempo continua su incesante búsqueda... la caricia efectiva en su alma inconclusa... 
Cuando se le pregunta, asegura que sólo dos personas han conseguido atravesarla y acariciarla, el resto ni siquiera ha sido capaz de mirarla a los ojos... esas personas ya no están, por lo que su alma se ha acostumbrado a caricias adulteradas de efecto similar a las otras pero incapaz de sustituirlas... 
Es una mujer triste, muy triste... pero valiente, porque cada noche sale a la calle arriesgándose a regresar con el alma vacía y olor a copa de garrafón de bar de mala muerte... 
Y esta cansada, muy cansada... se queja de que ni las sombras provocadas por la luz tenue ni el sonido de sus tacones cuando rozan el asfalto, consiguen consolarla como lo hacían tiempo atrás... 
Está pensado en comprar caricias (de seguro más que adulteradas y peligrosas) en el mercado negro con el fin de dejar de vagar por los mismos rincones.... 
Necesita un cambio, y ya ha iniciado los primeros contactos con una banda de traficantes de emociones que recluta personas con grandes vacíos internos... 
Le cuenta a su único amigo, un cuervo negro que vive al final del callejón cuáles son sus intenciones, y le pide que si le pasa algo, si se pierde en el abismo sin encontrar lo que busca, se encargue de que todo siga como hasta ahora, que siempre haya gatos en el callejón y sombras de objetos que vigilen su casa porque es lo único que le quedan a los soñadores-buscadores de caricias... 
Después de echar un último vistazo al que ha sido su entorno en los últimos años, se marcha con su pequeño bolso y algunas esperanzas... 
Como era de esperar, es recluida en un agujero infecto con varias almas más humilladas que la suya y sin la promesa de obtener las emociones pactadas... alquiló su alma a cambio de nada, pero ya es tarde para lamentaciones... 
Ahora nada le pertenece, solo su pequeño bolso que no han conseguido arrebatarle y los recuerdos de aquellas personas que alguna vez llenaron de caricias su alma y la hicieron, sin querer, adicta a las emociones... 
Por un instante se siente desfallecer, no ha comido, no ha dormido, todo le da vueltas, y encima está comenzando su síndrome de abstinencia... así que, arrinconada en un pequeño hueco con goteras de agua putrefacta y excrementos de roedores... cae en un profundo estado de vigilia-sueño que la atormenta hasta que el primer rayo de sol impacta en su ojo derecho... 
Se despierta sobresaltada, mira a su alrededor, todo le es familiar, conocido, la ropa que lleva, el olor del café, la sensación de limpieza, las voces en la cocina... 
Entonces cae en la cuenta de que todo ha sido un espantoso y revelador sueño... nada ha pasado, está sana y salva, pero hay una sóla cosa que no es igual que siempre... el frío intenso y la soledad interior se hacen insoportables, duelen, tiene ganas de gritar y llorar... Entonces, se acerca al armario, lo abre y ve el traje negro, el bolso pequeño con el carmín gastado, el rimmel y la sombra negra y el frasco de lágrimas vacío... sonríe... ya sabe que esta noche toca salir de caza buscando caricias del alma... y quien sabe, si caricias del cuerpo...

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